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Podemos perder en la cancha, pero la barra...
Por
Ramón Bustamante Q.
Publicado:
6 Noviembre 2018
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Barra DEC
Para los lectores de estas líneas, mis disculpas si el presente escrito resulta demasiado personal. Pero la Barra del Diego solo puede entenderse desde el momento en que uno es parte de la magia, cuando se vive desde una galería la emoción de los cánticos.
La primera vez que tuve contacto con este grupo fue el año 2000. Las Olimpiadas eran en Los Andes. Era mi segundo año como profesor del Diego y mi primer año manejando. En esos años un Hyundai Accent era un ferrari y cuidaba el mío como si fuera uno. Era viernes y yo entraba a clases a las 09:45, eran mis primeros recorridos hacia el colegio. Estábamos en una campaña extraordinaria en Voleibol y Fútbol.

Me estacioné justo frente a un bus y distinguí en su interior a un gran número de alumnos del colegio. Partieron en medio de los cánticos. A penas me bajé del auto se me acercó el Hno Pancho y me dijo: “Sabes llegar a Los Andes”. En bus era fácil…. pero en auto, a duras penas estacionaba frente al colegio.

“Sigue al bus y llegarás fácil”. Las palabras del Hermano, Rector del colegio ese año, fueron la mejor estrategia. Sin embargo, el tráfico, el peaje, mi precaución al volante hizo que el bus me dejara atrás. Llegué al Estadio Marista de Los Andes luego de preguntar a cuanto transeúnte encontré. Pero encontrar la cancha donde el Diego competía fue sencillo, puesto que mientras caminaba por el lugar el Himno del colegio sonaba fuerte y una masa de jóvenes saltaba sobre los tablones del recinto. Lienzos, arengas, sin tregua. En ningún momento hubo pausa y el Diego, como siempre, ganó. El chico Ale, líbero del equipo, según recuerdo metió un gol.

Luego, por la tarde, el voleibol jugó la final con Rancagua. Nunca, en años, los de la sexta región habían perdido una final en este deporte, en el cual tenían varios seleccionados nacionales. Era el debut en Olimpiadas de Reveco. Tomó al equipo a mitad de año y logró que las piezas funcionaran a la perfección. Lito Rojas, Maldonado, Víctor Carvajal con un saque remache que nos dejó rápidamente 8 a 0 si me memoria no me traiciona. Estuve en ese camarín ya con el título en nuestro poder. Vi el llanto de los jugadores, el orgullo de quedar en la historia. Fuimos campeones de esa Olimpiada. Y en las galerías el grito incesante de quienes llegaron al lugar a gritar por el Diego.

La Barra siguió creciendo. Recuerdo a todo el colegio en el Estadio Marista viendo cómo el Diego ganaba su cuarto título consecutivo en fútbol frente al O’Higgins. Jugaba de líbero o de centrodelantero –daba lo mismo, porque podía incluso ser arquero- el Pelúo Ossandón, por la izquierda corría Pan con Tierra, en el medio Lepe. Creo que fue un 4 a 1. Los niños que estaban mirando fueron los que vieron al Diego Campeón nuevamente en las Olimpiadas que organizamos el año 2009 y que también ganamos en fútbol, con Patricio Rojo de delantero y Gustavo Olivares empapándose de lo que es ser parte de la magia sembrada por Moreira.

Año tras año fui viendo crecer en organización a la Barra. El 2014 surgieron lienzos gestionados con mayor organización. Poleras, bombos y más pasión. Los cánticos empezaron a ser reconocidos como ingeniosos por los mismos rivales: “En esta barra no entra Satanás”, “Nos portamos bien….” “Dios está aquí…..”. Vicho Cerda comenzó a transformarse en un ícono y su fama se acrecentaba puesto que lanzando Bala ya era parte de la historia del Diego y de las marcas maristas. Ese año nuestro colegio hermano Rafael Ariztía organizó la Olimpiada en el contexto de su Centenario. La final fue en el Lucio Fariña, frente a Nuestra Señora de Andacollo. Gol de Sebastián Parada. El último título de Moreira.

Ese día mi esposa venía en colectivo hacia el estadio. El gol del Diego se festejó con gritos y cánticos mientras ella hacia ingreso al recinto. Nunca he olvidado su comentario: “esta barra es como la de los equipos profesionales, el grito con el gol parecía que nacía de miles de personas”. Sí, somos un fenómeno social, un lujo en Quillota. El descontrol natural de la juventud puesto al servicio del grito eterno por los colores del Diego Echeverría, por nuestra identidad, por nuestra insignia.

Los griegos bautizaron a la purificación de las pasiones a través de emociones estéticas con el nombre Catarsis. Eso es gritar por nuestros deportes desde galería.

Nuestros atletas entrenaron alguna vez con tubos de pvc, los lanzadores de bala entrenaron más de una vez en los lechos del río Aconcagua, con piedras. Nuestro grito parece ser el único en Chile que pronuncia el concepto “Maristas”. Estimados lectores, mis disculpas por mezclar tantas emociones. Siento que cuando vamos en camino a alentar al Diego es como si fuéramos un Julio Cesar colectivo, ya que cuando llegamos a los estadios “Vamos, Vemos y Ganamos”.

La derrota caló profundo. A quienes me preguntan por qué tanta tristeza en mi colegio, la respuesta es sencilla: “es que el Diego no pierde nunca”. Cuando llegamos a nuestros patios, hubo cursos que no almorzaron, patios que estaban en silencio. Vimos niños de básica llorando. Tomamos distancia y nos instalamos en la tristeza, pero con una música de fondo inolvidable, con tambores la sensación de que en estadio todo fue un carnaval. Como dice la canción “Hoy el noble y el villano, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha”. De capitán a paje hubo grito, descontrol. Aliento y mensajes al árbitro. Catarsis.

En tiempos en que parece que a la juventud ya nada la motiva, la Barra llega a las 04:30 am a tomar un bus para ir a alentara a Curicó. En tiempos en que todo fracasó, en que las instituciones traicionaron nuestras confianzas, en que no hay jóvenes haciendo fila para votar por alcalde o presidente…. La Barra del Diego sigue ahí, sin temor, como pregoneros del Esfuerzo y del Valor que seguirán jalando las conquistas del Diego Campeón.


 

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