Sabíamos que nuestros deportistas y sus entrenadores no estaban solos, quizás porque aún sentimos que la sabiduría de Moreira está impregnada en la insignia, en los camarines, en las arengas. Curicó fue testigo de ello y las copas que llegaron en el bus luego de una semana de esfuerzos dan fe de ello.

Las marcas, los resultados, los goles, los puntos de la general fueron categóricos. Primeros en fútbol, ganando en la final a los anfitriones y con una semifinal gloriosa ante nuestros tradicionales rivales del Instituo Rafael Ariztía, que se ganó 2 a 1 con goles de Jeremy Valenzuela, quien salió desde la banca seguramente con la fuerza del entrenador invisible.

El vóleibol disputó un difícil grupo y contribuyó con un sexto lugar que dio valiosos puntos para la tabla general. Idéntica posición para los atletas, entre los que destacan Mateo Orlandini quien obtuvo el tercer lugar en los 1500 y el gran Jordan Escobar que deslumbró en 1500 y 800 metros obteniendo el oro olímpico.

Por último, y dando una grata sorpresa, el Básquetbol se situó cuarto bajo la batuta del profesor Alexis Torrejón, dejando para la posteridad un notable partido contra el O’Higgins que terminó mandando a los de Rancagua a disputar el octavo lugar y restando puntos para la sumatoria final.
El entrenador invisible, Carlos Moreira, subió año tras año a recibir copas en cada colegio que fue anfitrión de esta magna competencia. Hoy sigue acompañando peldaño a peldaño el camino a lo más alto, donde están los ganadores. Estamos seguros que sus manos también elevaron la copa que nos acredita merecedores del Segundo Lugar a nivel general y que es justo premio a la entrega de Gustavo Olivares, Eduardo Reveco, Diego Solis y Alexis Torrejón quienes en cada semana del año, con sol o lluvia motivaron y guiaron a una delegación que nuevamente hizo historia olímpica.