Una mujer sencilla, María. Anónima, una madre como las que comúnmente asisten a nuestras reuniones de apoderados, a nuestras entrevistas. De esfuerzo, atenta a todo lo que su hijo requiere para poder caminar más allá de lo que ella ha logrado. Al pie de la Cruz, en los momentos de felicidad y en los de tristeza.
Muy joven, dijo Sí a un proyecto tan inmenso como el amor que conllevaba ser guía de Jesús. Tuvo que huir y ver nacer al Hijo de Dios en medio de la simpleza más luminosa que la humanidad ha podido presenciar. María, adornada con frescas flores, tuvo un mes consagrado a su nombre. Ciertamente, Dios está en el prójimo y en cada momento que vemos a dos o más reunidos en su nombre.
En ese contexto, quisimos llegar al Padre a través de María y fue nuestro Rincón Mariano el escenario que provocó la paz necesaria para tranquilizar el corazón, mirar el presente con la experiencia del pasado y entregarnos al mejor refugio para un peregrino cansado.