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Misa aniversario de nuestro colegio
Por
Ramón Bustamante Q.
Publicado:
18 Marzo 2015
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Misa 81 años
81 años evangelizando desde la educación a niños y jóvenes de Quillota con el carisma de San Marcelino.
El pasado viernes 13 de marzo nuestra comunidad educativa se reunión para recordar la figura de don Diego Echeverría Castro. Desde quinto año básico a cuarto medio, sumando más de 1200 alumos, vivieron una significativa eucaristía para dar gracias por la vida y obra del filántropo quillotano que donó sus bienes para que niños y jóvenes de la ciudad no terminaran en los calabozos ante la falta de oportunidades.

El Homenaje se inició en la tumba de Don Diego Echeverría, con la presencia de la Banda Colegial, autoridades colegiales y nuestro Capellán el Sacerdote Felipe Lizama.

QUÉ CELEBRAMOS

1,64 de estatura. De oficio “rentista”, hijo de José Ramón Echeverría y de Eloísa Castro, don Diego nació en 1851. Su fortuna se forjó a tal punto que llegó a ser dueño de grandes extensiones de terreno en una ciudad de Quillota que comenzaba a vivir cambios sociales, emanados de sucesos políticos y de la Reforma Rerum Novarum.

Soltero y cercano a su muerte, comienza a vislumbrar que sus bienes pueden tener un hermoso destino si se conforma una fundación que se preocupe de dar educación a los más pobres de nuestras tierras. Su albacea será don Ernesto Bertelsen Temple, quien reunirá a otros ilustres ciudadanos de Quillota para conformar lo que nació como un asilo de huérfanos.

Para la conducción pedagógica se confió en los Hermanos Maristas, que ya llevaban varios años en nuestro vecino Instituto Rafael Ariztía. Así, en 1934, un 13 de marzo el Diego nació con 20 alumnos. La bienvenida seguramente la dio el Hno Modesto, con tradiciones maristas que rápidamente se convirtieron en sello de nuestras salas: disciplina, amor al trabajo, humildad, espíritu de familia… caligrafía, revistas de gimnasia y un coro.

La extensión de terreno original está fuera de todo lo que hoy conocemos como Diego, llegando nuestros límites el río Aconcagua y calle Alberdi. En el centro del naciente colegio, comenzó a llenar la historia de generaciones un rudimentario pero majestuoso edificio en forma de L, construido por presos de Santiago –al menos eso dice la leyenda- y que ha resistido ya varios terremotos. Lo que conocemos como gimnasio, recién se construye en 1970… antes ahí existía un patio, con árboles en donde los más odiosos tenían que esperar tras sacado de la sala. En efecto, dice los más viejos que si molestabas en clases te mandaban a cuidar un árbol toda la mañana.

Grandes educadores transitaron por este querido Diego Echeverría, sacando de la piedra a pregoneros de esfuerzo y valor, tal como Marcelino cortó la roca.

Hno Bonifacio, lleno de carisma al morir luego de una compleja enfermedad fue despedido por todo Quillota, agradeciendo su entrega y presencia educativa. El Hno Clemente Macho, a cargo de la Banda, de talleres de muebleria y de un manojo de llaves que abría puertas y seseras de los alumnos más porfiados. René Riveros, notable maestro que aún tiene en su poder una libreta con la lista de su primer curso de hace más de cincuenta años y con los que aún conserva amistad. Alguna vez nos contó que cazaba conejos junto al Hno Luis Izquierdo, de madrugada para poder alimentar a los internos del colegio a la hora de almuerzo..

Enrique Erazo, inspector y extraordinario profesor de Matemática, creador de una célebre frase: “el chileno funciona con una jeringa en el poto”. El señor Pimentel, reconocido profesor de Educación Física que regaló inolvidables revistas de gimnasia a la comunidad. José Molina profesor de matemática en educación básica, con cursos de más de 60 alumnos. Hno Rufino y generaciones de alumnos cantores. Eduardo González Miranda, maestro de la especialidad Electricidad, formador de muchas generaciones de jóvenes profesionales, siempre con buen humor y calidad en el trabajo.

En 1966 llega el gran Manolo. Heredó el puesto de don Ernesto Serey, primer auxiliar que tuvo el Diego. El señor Serey por esos años estaba jubilando y contó a este joven aprendiz los secretos de los primeros tiempos de nuestro colegio. Desde entonces varias generaciones se encontraron con Manolo en patios y cuanto evento se desarrolló en el Diego, un hombre afable, trabajador, presente y cercano. 49 años de servicio a nuestra comunidad que quedarán en la historia con letras forjadas con carisma.

Año tras año el colegio se comprimió. Ya no llegamos hasta el río, ni tampoco limitamos con calle Alberdi. En el tercer piso del viejo edificio ya no está la capilla, la forja dio paso a un moderno edificio. Pero la historia nos hizo cada vez más grandes. Sin recursos, pero con ingenio. Sin indumentarias, pero siempre peleando y ganando los primeros lugares de Olimpiadas o Encuentros Artísticos. Nuestro avance jalone las conquistas de los años que vendrán, siempre maristas y siempre orgullosos de ser parte del Diego.



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